El modelo tradicional de publicidad, pese a no dejar de ser acertado, precisa de un gasto que no siempre es asumible ni efectivo. La mejor forma de ahorrar y potenciar el impacto de nuestra empresa en los posibles clientes es la publicidad online.
A grandes rasgos, podríamos dividir esta publicidad en dos grupos.
[custom_headline type=”left” level=”h3″ looks_like=”h5″ accent=”true” style=”margin-bottom:1.317em;”]De pago[/custom_headline]
Con un coste estimado por clic, hallamos servicios tales como Google Adwords, Twitter Cards, o Facebook Ads. Con una ligera inversión podemos lograr un claro impacto sobre los clientes – siempre y cuando el anuncio esté bien pensado y diseñado, para lo cual hay que contar con profesionales.
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[custom_headline type=”left” level=”h3″ looks_like=”h5″ accent=”true” style=”margin-bottom:1.317em;”]Sociales[/custom_headline]
Mientras que el coste monetario es nulo (o ínfimo), el coste en tiempo es alto: el necesario para crear una comunidad de usuarios interesados en seguirnos y en interactuar con nosotros.
Para ello utilizaríamos plataformas tales como Twitter, Facebook, Instagram o Pinterest o, por qué no, nuestro propio blog corporativo: un artículo interesante, relevante y bien redactado puede llegar a muchas más personas que un anuncio de bajo presupuesto.
Sin embargo, no cualquiera puede llevar a cabo este cometido tan importante. No sólo es necesario tener una ortografía y una gramática impecables (tanto el conocimiento de las normas como el conocimiento de cuándo romperlas), sino mucha mano izquierda y don de gentes para tratar con los usuarios, ya sean interesados, agradecidos o decepcionados: a efectos prácticos, el community manager no es el responsable de tu imagen de marca: es tu imagen de marca.
En este momento hay más de 34 millones de españoles conectados a Internet, los cuales dedican casi dos horas diarias a las redes sociales.